José Gregorio Hernández, el médico que unió la ciencia y la fe


Caracas.-
Ser médico en Venezuela es, para muchos, llevar sobre los hombros un legado de humanidad, ciencia y fe que tiene nombre y rostro: José Gregorio Hernández. Ponerse una bata blanca significa, de algún modo, seguir los pasos de aquel hombre que enseñó que curar no solo era un acto científico, sino también espiritual.

Para los galenos formados en la Escuela Vargas, donde aún resuenan sus pasos y se conservan los espacios donde trabajó, su ejemplo no pertenece al pasado remoto de los santos legendarios, sino a una historia viva, palpable, que sigue inspirando cada diagnóstico y cada oración frente a una cama de hospital.

Más de un siglo después de su muerte, la figura del “Médico de los pobres” continúa siendo guía y amparo. Muchos doctores confiesan llevar su imagen en el cuello o en sus carnets hospitalarios, y encomendarle cada caso difícil con la misma devoción con que los pacientes lo invocan en sus hogares. Esa conexión trasciende credos y generaciones, porque José Gregorio no solo representa al médico venezolano ideal, humano, empático, profundamente creyente en la ciencia y en Dios, sino también en un símbolo de identidad nacional que une a la profesión médica con el alma popular.

En 2020, su historia volvió a cobrar fuerza con la exhumación de sus restos, un proceso científico y espiritual a la vez. Los hallazgos forenses revelaron detalles de su humanidad: fracturas, patologías y hasta un tumor en el talón que explicaba su leve cojera. Todo ello confirmó que aquel a quien millones veneran, fue antes que santo, un hombre de carne y hueso, con dolencias y limitaciones, pero dotado de una vocación inmensa para servir. Su vida, lejos de idealizarse, se engrandece al mostrarlo vulnerable, profundamente humano y, por ello, más cercano.

El legado de José Gregorio Hernández perdura en cada hospital del país. Desde los pasillos del Universitario de Caracas hasta los consultorios más modestos, su presencia parece acompañar a quienes curan y a quienes esperan ser curados. “Parece que por aquí pasó José Gregorio”, dicen los médicos cuando un paciente mejora inesperadamente. Esa frase, repetida con fe y gratitud, resume una verdad incontestable: más que un beato, el doctor trujillano se convirtió en el símbolo de la medicina venezolana, un puente eterno entre la ciencia y la esperanza.

Las huellas del médico y del hombre



Por primera vez, la exhumación de los restos del Dr. José Gregorio Hernández reveló detalles desconocidos sobre su vida, su salud y hasta su humanidad. Así lo contó el médico patólogo Enrique López-Loyo, doctor en Ciencias Médicas y presidente de la Academia Nacional de Medicina entre 2020 y 2022, quien formó parte del equipo encargado de aquel histórico procedimiento realizado en la iglesia de La Candelaria, en Caracas.

“La exhumación fue un trabajo extraordinario y profundamente respetuoso”, recuerda López-Loyo. “Se integró un equipo multidisciplinario de patólogos forenses, antropólogos, odontólogos y asistentes de antropología. Nos correspondió organizar y dirigir esa tercera exhumación, que comenzó el 20 de octubre de 2020, luego de la misa solemne y con un laboratorio itinerante instalado dentro del templo”.

El proceso fue tan técnico como revelador. “Lo primero que nos sorprendió fue la cantidad de huesos encontrados. De los 206 que tiene el cuerpo humano, solo hallamos 131, lo que indica que hubo una sustracción de restos, probablemente en los primeros años posteriores a su entierro, antes de ser colocado en el osario de cemento que encontramos en 2020”, explicó el médico.

Aun así, los análisis permitieron reconstruir aspectos notables de su anatomía y patologías. “Detectamos una fractura en el maxilar superior e inferior del lado derecho, lo que coincide con el golpe contuso que sufrió al ser atropellado, probablemente al impactar contra el borde de la acera”, detalla López-Loyo. “También encontramos un tumor en el talón izquierdo, en el hueso calcáneo, que generaba una marcha inestable, una ligera cojera. En las fotografías de su viaje a Nueva York se aprecia, de hecho, un zapato ortopédico compensatorio del lado derecho”.

Durante la exhumación, el equipo también halló evidencias de otras afecciones. “Su tórax estaba aumentado al doble del tamaño normal, lo que sugiere que sufría asma, algo que debió complicarle los trabajos físicos durante su estancia en el seminario de La Ferneta, en Italia, especialmente con el frío”, comenta. “Además, en su segundo intento de ingresar al sacerdocio, desarrolló una tuberculosis como complicación”.

El estudio forense reveló, además, una clavícula derecha más desarrollada, reflejo de su fortaleza física en la infancia. “Hay registros que indican que entre los 8 y 14 años debía cargar toneles de agua todas las mañanas, lo que explica ese desarrollo muscular asimétrico”, agrega el doctor. “Incluso entre las 12 piezas dentales encontradas, seis tenían reparaciones de oro, una evidencia del nivel de avance médico y científico que él mismo manejaba”.

Más allá de los hallazgos físicos, López-Loyo resalta el simbolismo de ese estudio. “Lo que encontramos nos muestra a un hombre real, con dolencias, patologías y limitaciones, pero con una capacidad intelectual y espiritual extraordinaria. Un médico que conjugó la ciencia y la fe con la misma devoción con que atendía a sus pacientes. José Gregorio fue, ante todo, un científico profundamente humano”.

Precursor de la medicina científica



El legado del beato trujillano también se mide en su impacto académico y profesional. “José Gregorio fue el precursor de la ciencia médica de laboratorio en Venezuela”, asegura López-Loyo. “Junto a Luis Razetti instauró las bases de la medicina científica moderna, utilizando prácticas experimentales para enseñar a sus alumnos. Esa visión es la que aún hoy sostiene la calidad de la formación médica venezolana”.

Su preparación en Francia, en la meca de la medicina mundial del siglo XIX, marcó la diferencia. “Regresó a un país afectado por enfermedades tropicales como la fiebre amarilla, la malaria o la tuberculosis, y le dio al diagnóstico una nueva prioridad, al tratamiento una mejor calidad. Su forma de ejercer la medicina lo distinguía. Antes de morir, ya sus pacientes decían: ‘Ese hombre es un santo”.

Fe y ciencia en los hospitales



Casi un siglo después, su presencia sigue viva en la memoria médica del país. “En los hospitales venezolanos siempre hay una estampita o figura de José Gregorio cerca del paciente”, comenta el doctor. “Incluso los médicos que no son creyentes reconocen su influencia. Cuando un enfermo mejora de forma inesperada, solemos decir: ‘Parece que por aquí pasó José Gregorio Hernández”.

Para López-Loyo, esa devoción trasciende la religión: “Hay una fe inmensa en el gremio médico hacia su figura. Fue maestro, académico y fundador de la Academia Nacional de Medicina, pero también un ejemplo de compasión. Enseñó a curar con conocimiento, pero también a acompañar con humanidad y esperanza”.

El patólogo concluye con una reflexión que combina admiración y gratitud: “El gremio médico fue el primero en reconocer su valor. Que su nombre se haya escogido para inaugurar la máxima representación médica del país es una prueba de que José Gregorio Hernández pertenece tanto a la ciencia como a la fe, y su ejemplo nos sigue guiando hasta hoy”.

Un legado de ciencia y humanidad



Por su parte, el doctor José Manuel Olivares, oncólogo venezolano, articula el profundo significado que tiene la figura del Beato José Gregorio Hernández para la clase médica del país, trascendiendo la devoción para convertirse en un pilar de su identidad profesional.

«José Gregorio Hernández, para los médicos, es una gran responsabilidad y una gran guía», afirma el Olivares, quien también es médico nuclear y experto en SBRT y radiocirugía. «Ponerse una bata blanca y decir que se es médico venezolano, igual que lo hizo el doctor José Gregorio Hernández, es un gran compromiso y, además, un gran ejemplo a seguir».

El oncólogo destaca la confluencia de virtudes que hacen del «Médico de los pobres» un modelo insustituible: «Somos afortunados de tener un ejemplo de humanidad, de ciencia, de compromiso, de estudio, como lo hizo el Dr. José Gregorio Hernández. Es una gran responsabilidad y un legado a continuar».

La conexión íntima del gremio médico



Aunque Olivares se abstiene de generalizar, subraya una «gran afinidad» del mundo médico con José Gregorio Hernández, una conexión que él atestigua desde sus años de estudiante y médico rural.

Esta cercanía es especialmente palpable para los egresados de la Escuela Vargas de Medicina, donde el beato cursó y dictó cátedra. «Tenemos una historia cercana, vemos dónde estuvo su laboratorio, caminamos por los mismos pasillos donde él caminó y se ve como algo real», explica.

A diferencia de figuras históricas distantes, José Gregorio Hernández es visto como un contemporáneo cercano, una persona que «estudió lo que estudiamos nosotros», que «abrió la primera cátedra de microbiología de América Latina», y que, como muchos profesionales actuales, «se fue a estudiar afuera y volvió».

El reflejo de la medicina venezolana



Olivares considera que la imagen del «Medico de los pobres» se alinea perfectamente con la esencia del médico venezolano: «Hay una conexión o un reflejo muy natural para los médicos venezolanos que yo creo que lo que nos caracteriza en el mundo es ese corte humano, social y esa manera de ver y hacer la medicina».

Para él, la influencia del beato trujillano no es solo histórica o religiosa, sino una práctica diaria. Él mismo, un devoto católico, reza todas las noches y lleva consigo una imagen de José Gregorio Hernández. «Yo siempre que veo a mis pacientes le digo: ‘Doctor José Gregorio, ayúdame a hacer lo que voy a hacer. Todo lo que tú puedas ayudarme a curar a fulanito de tal’. […] Dame sabiduría, dame paciencia para ayudar a fulanito de tal». Su práctica incluye encomendar a cada paciente, sin importar su credo, a la intercesión de Hernández.

Un testimonio personal de vida y devoción



La relación del oncólogo con el beato está marcada por una profunda historia familiar. Su nacimiento en 1985 estuvo rodeado de complicaciones para su madre, a quien se le diagnosticó una lesión de muy mal pronóstico durante el parto.

«Afortunadamente todavía le puedo pedir la bendición a mi mamá», relata. Este milagro personal es atribuido a José Gregorio Hernández por su familia, de gran devoción, especialmente por su abuela, quien durante años repartió estampitas.

Esta anécdota, que le permitió tener a su madre viva e incluso a él mismo, cimentó su vínculo inquebrantable con el beato de Trujillo, reforzando la convicción de que su legado va más allá de la historia, tocando la vida íntima y la vocación de los médicos venezolanos.

Cuando la medicina se encuentra con la esperanza



El doctor Carlos Ramírez Espinoza, quien es internista en el Hospital Vargas, también tiene claro el legado y aporte del beato de Trujillo en la medicina y la psique de los médicos venezolanos. En una breve conversación con Contrapunto.con dejó ver que los devotos siempre tienen presente a San José Gregorio Hernández.

-Usted trabaja en el Hospital Vargas, un lugar emblemático de la medicina venezolana… ¿Qué representa José Gregorio Hernández para los médicos hoy en día?


-Aunque yo soy católico no practicante, no puedo negar que José Gregorio Hernández tiene un peso simbólico muy fuerte en nuestra profesión. Para muchos médicos, representa el ideal de lo que debería ser un profesional de la salud: ético, comprometido, humano. Más allá de la devoción religiosa, que respeto profundamente, José Gregorio es un referente moral. Su figura trasciende lo espiritual y se convierte en un modelo de vocación y servicio.

-¿Diría usted que los médicos se encomiendan a él?


-Algunos sí, sin duda. He visto colegas que antes de entrar a una cirugía o enfrentar un caso difícil, hacen una oración o simplemente lo recuerdan. No es raro encontrar estampitas suyas en los bolsillos de las batas o en los escritorios. Incluso quienes no son creyentes, como yo, sentimos que su presencia tiene algo de reconfortante. No es tanto una cuestión de fe, sino de conexión con una tradición que nos recuerda por qué hacemos lo que hacemos.

-¿Y qué pasa con los médicos que no creen? ¿Hay espacio para José Gregorio en su visión?


-Claro que sí. No todos creen en su santidad, pero casi todos reconocen su legado. Es difícil no admirar a alguien que dedicó su vida al estudio, a la enseñanza, a la atención de los más necesitados. José Gregorio fue pionero en muchas áreas de la medicina en Venezuela. Su trabajo científico es tan valioso como su dimensión espiritual. Así que, incluso desde una postura laica, su figura se respeta.

-¿Conocen los médicos actuales los aportes que hizo a la medicina venezolana?


-Los que se toman en serio la historia de nuestra profesión, sí. Fue uno de los primeros en introducir el uso del microscopio en Venezuela, promovió la medicina experimental, y tuvo una formación académica impresionante para su época. Muchos no saben que estudió en Europa y que tenía una visión muy avanzada de la medicina. En la Facultad de Medicina, su nombre aparece con frecuencia, sobre todo en las clases de historia médica. Los profesores lo mencionan como un ejemplo de médico integral.

-¿Entonces, sigue siendo parte de la formación médica?


-Absolutamente. No solo como figura histórica, sino como símbolo. En los pasillos de la facultad, en los libros, en las conversaciones entre estudiantes, José Gregorio Hernández sigue presente. Y eso, en un país que necesita recuperar la esperanza, es muy valioso. Porque más allá de la ciencia, la medicina también necesita alma. Y él, sin duda, la representa.

En vísperas de su canonización el domingo 19 de octubre, la figura de José Gregorio Hernández trasciende los altares para reafirmarse como un faro ético y espiritual en la práctica médica venezolana. Su legado no solo se honra en los retratos colgados en consultorios o en las oraciones de los pacientes, sino en el compromiso diario de miles de médicos que, inspirados por su ejemplo, ejercen con vocación, humanidad y entrega, incluso en medio de las más duras adversidades.

La devoción hacia el “médico de los pobres” no es solo religiosa: es también profesional, cultural y profundamente identitaria. En cada acto de servicio, en cada gesto de compasión, José Gregorio sigue vivo, guiando con su ejemplo a quienes han hecho de la medicina un acto de fe y de justicia social.

Con información de Contrapunto

Publicar un comentario

0 Comentarios