Como prueba de la relación especial que mantienen Estados Unidos y el Reino Unido, el primer ministro británico, Keir Starmer, visita este viernes la Casa Blanca por segunda vez en los poco más de dos meses desde que fue elegido. La primera reunión se celebró en paralelo a la cumbre de la OTAN de julio. En esta segunda reunión con el presidente estadounidense, Joe Biden, se abordará una “amplia agenda”, según un portavoz de la Casa Blanca. Dos asuntos sobresalen: la guerra de Gaza y la de Ucrania. En la primera, Londres ha vetado la venta de ciertas armas a Israel y Washington lo respeta. En la segunda, la cuestión más caliente es si permitir a Kiev usar misiles occidentales para golpear a Rusia a una distancia mayor de su frontera con Ucrania.
La reunión de ambos mandatarios llega precedida por el encuentro de los jefes de la diplomacia de ambos países en Kiev con el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski. En ella, el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, y el ministro de Exteriores británico, David Lammy, mostraron su apoyo a Ucrania para defenderse, alertaron sobre el uso de misiles iraníes por parte de Rusia y escucharon las peticiones de ayuda de Zelenski.
Ucrania quiere recibir autorización para alcanzar con misiles de larga distancia occidentales las bases desde las que Rusia lanza ataques contra su territorio. Estados Unidos ha puesto hasta ahora límites de unos 100 kilómetros para el uso de sus armas, por temor a que un alcance mayor provocase una escalada y una respuesta rusa. Sin embargo, el reciente aumento de los bombardeos sobre las ciudades ucranias lanzados desde una mayor distancia vuelve a poner la cuestión sobre la mesa.
“En solo una semana, Rusia ha utilizado más de 800 bombas aéreas guiadas, casi 300 drones y más de 60 misiles de diversos tipos contra nuestro pueblo”, divulgó Zelenski el pasado domingo en la red social X. “El terror solo puede detenerse de forma fiable de una manera: golpeando los aeródromos militares rusos, sus bases y la logística del terror ruso. Debemos conseguirlo”, añadió.
Un grupo de antiguos generales, diplomáticos y expertos británicos y estadounidenses pidió esta semana en una carta conjunta que se permita a Ucrania usar los misiles (de los que ya dispone) para alcanzar objetivos a mayor distancia. “Irán ha intensificado su apoyo a la invasión rusa proporcionando misiles balísticos de corto alcance que se utilizarán contra civiles ucranios. Ucrania debería estar facultada para utilizar las armas proporcionadas por Occidente para destruir los emplazamientos donde se alojan estos misiles si tuviera la oportunidad, junto con los más de 200 otros objetivos militares y paramilitares rusos identificados (...). Es mucho más rentable destruir al arquero que a la flecha”, afirman. El asunto estará presente este viernes en el Despacho Oval, al igual que el del suministro de misiles a Rusia por parte de Irán, pero es pronto para saber si habrá alguna decisión al respecto.
La portavoz de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, aseguró al anunciar la visita que Biden y Starmer “mantendrán un debate en profundidad sobre una serie de cuestiones mundiales de interés mutuo”. Citó específicamente “la continuación del firme apoyo a Ucrania en su defensa frente a la agresión rusa, la consecución de un acuerdo de liberación de rehenes y alto el fuego para poner fin a la guerra en Gaza, la protección de la navegación internacional en el mar Rojo frente a las amenazas de los hutíes respaldados por Irán y la promoción de un Indo-Pacífico libre y abierto”.
El Gobierno británico confía en que la visita de Starmer a Washington y su encuentro con el presidente Biden sea “una oportunidad para que el Reino Unido y Estados Unidos tengan una discusión estratégica en profundidad, antes de acudir a próximos encuentros internacionales como la Asamblea General de Naciones Unidas o la cumbre del G-20″, según explicó un portavoz de Downing Street.
Starmer cree que la situación tanto en Ucrania como en Oriente Próximo es cada vez más tensa y demanda respuestas. Aunque ya ha tenido conversaciones previas con Biden, tanto en persona como por teléfono, y han coordinado sus “respuestas tácticas” en ambas regiones, el primer ministro confía en que el encuentro de esta semana sirva para coordinar también la estrategia “sobre los movimientos de los próximos meses”.
El primer ministro del Reino Unido ha intentado en los últimos días templar ánimos y restar importancia a las discrepancias surgidas entre su Gobierno y la Casa Blanca, ante la decisión británica de suspender hasta 30 licencias de exportación de armas a Israel. “Hemos hablado con ellos antes y después de tomar la decisión, y en todo momento nos han manifestado su comprensión, que atribuyen a que tenemos sistemas legales diferentes”, explicó este fin de semana Starmer en la BBC.
Washington, que sigue suministrando armamento a Israel, pero que tampoco está muy contento con la deriva del Gobierno de Benjamín Netanyahu, no planteará objeciones al respecto. “No se trata de retorcer el brazo ni de intentar hacer cambiar de opinión. El Gobierno británico ha tomado su decisión sobre el suministro de armas a Israel. Lo respetamos. Son ellos los que tienen que hablar. Se trata de ver cómo avanzamos juntos, como principales aliados y buenos amigos, en una serie de cuestiones de política exterior”, dijo en rueda de prensa en la Casa Blanca John Kirby, portavoz de Seguridad Nacional de la Casa Blanca.
El encuentro llega al comienzo del mandato de Starmer, pero coincide con los últimos meses de la presidencia de Biden, en víspera de unas elecciones que pueden provocar una convulsión en las relaciones internacionales si el vencedor en las urnas es el expresidente Donald Trump. Según Jean-Pierre, Biden subrayará la importancia de “seguir reforzando la relación especial” entre Estados Unidos y el Reino Unido.
El equipo del primer ministro confiaba en poder mantener breves encuentros con los dos candidatos a las elecciones presidenciales, el republicano Donald Trump y la demócrata Kamala Harris. Aunque Starmer salió en defensa de Biden cuando se acumularon las voces que cuestionaban su capacidad física y mental para volver a presentarse a la presidencia, no ha disimulado su alivio ante el reemplazo de última hora con la candidata Harris, aunque ha mantenido una escrupulosa neutralidad con ambos bandos. Londres tiene la tradición de no inmiscuirse en la política estadounidense, con el afán de preservar esa “relación especial” que ambos países tienen desde hace décadas.
Las agendas de los candidatos, metidos en plena campaña, no parecen compatibles con la visita de Starmer y es poco probable que se produzcan finalmente esas reuniones.
Con información de El País
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