Por: Johan Rodríguez Perozo
Rememorar los acontecimientos históricos ocurridos en el marco del proceso de desarrollo y evolución de la sociedad, siempre será un ejercicio de obligada recurrencia. Sobre todo, cuando se trata de aquellos que definen el curso de esa historia. El de referencia para este trabajo trae consigo ese "aliño" pues, más allá de su origen, es uno que, venido del principal partido histórico venezolano, indicó el curso del proceso político de los años que le sucedieron. Se trata de la convención de Acción Democrática realizada el 19 de agosto del año 1972. Fue ese el evento que introdujo de manera definitiva la figura de Carlos Andrés Pérez, como la figura histórica, cuya impronta política y personal, vendría a marcar de manera indeleble el destino del país. Fue el año en que la colectividad "adeca", reunida en su convención nacional, lo hizo por vez primera y de manera inobjetable por su liderazgo, candidato presidencial de su partido. Ese personaje venido de las montañas andinas, llamado a marcar la historia contemporánea de Venezuela de la manera como lo hizo, salió de su natal Vega de La Pipa, en el estado Táchira, para dejar una de las huellas más profundas en el devenir de la política venezolana. De la mano de líderes de la talla de Leonardo Ruiz Pineda, comenzó a edad temprana su andar por los derroteros de lo que luego sería el marco definitivo de construcción de su propio trajinar político e histórico. Tales andanzas lo llevaron a convertirse a temprana edad en el activista político que sería para toda la vida.
Vinculado desde muy joven al proceso de la fundación de Acción Democrática, corrió con la suerte de poder desarrollar un excelente vínculo con aquellos hombres que, como el propio Ruiz Pineda, Betancourt, Gallegos, Prieto, Leoni, Barrios, Andrés Eloy y otros tantos fundadores de la organización, pudo formar parte de los distintos ciclos políticos a través de los cuales se construyó el devenir histórico del partido y de los hombres y mujeres que le dieron vida. El tiempo de la fundación, el del "trienio adeco", de la dictadura y el exilio forzado, forjaron el temple de quien a la postre se convertiría también en protagonista de esa lucha. Fue esa la base sobre la cual se erigió después la figura capaz de asumir las más duras responsabilidades en el ejercicio del poder y las responsabilidades públicas. Suerte que sería la suya hasta el final de sus días.
De esa manera el país lo vio transitar por los caminos tortuosos de la confrontación, en el marco de la lucha armada de la década de los sesenta. Así como por la experiencia del debate y la tolerancia política en los más complejos escenarios de la actividad parlamentaria cuando, luego de haber ocupado el Ministerio del Interior en el gobierno de Betancourt, pasó a dirigir la fracción parlamentaria de AD, en los turbulentos tiempos del gobierno de Raúl Leoni y de la confrontación armada antes mencionada. En esas lides legislativas y hacia el final del año 1967, encontró la tercera ruptura de su partido. Evento que dio origen a la formación del Movimiento Electoral del Pueblo (MEP), liderado por Luis Beltrán Prieto y Jesús Ángel Paz Galarraga entre otros destacados líderes de la época. Carlos Andrés Pérez, en clara demostración de su capacidad polifónica para el ejercicio del liderazgo mutó, de jefe parlamentario a conductor del proceso de reconstrucción de AD, luego de la debacle ocasionada por la tercera división, episodio que dio lugar a varios acontecimientos de importancia: la pérdida del poder por AD, el triunfo electoral de Rafael Caldera y su partido COPEI y por vez primera en Venezuela, la experiencia democrática del traspaso del poder entre partidos y figuras de distinto signo ideológico.
Pero esta nota tiene como objeto principal, destacar el evento del cual se cumplió, el 19 de este mes de agosto, medio siglo y un año de haber ocurrido, la elección en el seno de la convención nacional de AD de ese año 1972, de la figura de CAP como candidato presidencial por vez primera. La nota además la escribo, luego de un "golpe de recordatorio" de la misma que me hiciera desde Chile el estimado colega y excelente cronista deportivo Fernando Peñalver, mejor conocido en su ámbito como "rebotero". El llamado de atención de Fernando me mantuvo cavilando varios días, hasta que decidí tomar el teclado y hacer lo propio, escribir en torno al acontecimiento. Para ese año ya había transcurrido un espacio de tiempo de cinco años (el equivalente a un período presidencial de la época). Tiempo más que suficiente para que un equipo conformado por la generación intermedia a la de los fundadores de AD, liderado por Carlos Andrés Pérez como secretario general, Luis Piñerúa en el rol de secretario de organización y de Antonio Leidenz como presidente del partido, encabezarán la gesta de reorganización y recuperación estructural y política del partido. Así, puesta a tono con su cultura de gran partido de masas y conductor de las mayores transformaciones políticas de entonces, AD se dispuso a reconquistar el poder, de cara a las elecciones que se celebrarían el año siguiente. Con el mismo tesón y disciplina que aplicaron los viejos fundadores en su oportunidad, en la década de los cuarenta, para fundar y poner en marcha la organización, de la misma manera como Betancourt hizo, primero con la candidatura y luego con la presidencia de Venezuela en 1958, luego de la caída de la penúltima dictadura, Carlos Andrés Pérez pudo lograr la recomposición del viejo "partido del pueblo" y con ello alcanzar la candidatura presidencial por primera vez.
Era el tiempo en que los partidos se reunían periódicamente en eventos de tres o más días de duración. Los primeros eran dedicados al fructífero debate de programas, ideas políticas, revisión estructural y formas de acción de la organización en todos sus ámbitos de acción y áreas de influencia. El último día estaba destinado para la discusión de la elección de los nuevos cuadros directivos y, en este caso concreto, del candidato presidencial para la venidera elección. Esa convención marcada además, la culminación de todo un proceso que con meses de antelación, se iniciaba en las bases del partido con la elección de autoridades y delegados a las convenciones siguientes, desde los comités locales para continuar posteriormente en las parroquias y municipios (antes distritos), luego en las seccionales o estados, pasando de manera paralela por los sectores sindical profesionales y técnicos, educación, agrarios, juveniles, femeninos, liderazgos vecinales y así, por un recorrido cuya finalidad no era otra que la de actualizar la estructura dirigente y revisar planes y programas políticos y estructurales.
La convención de Acción Democrática, así como la de otros partidos e instituciones de otra naturaleza (empresariales, eclesiásticas, gremiales, sindicales), constituyeron para la época, eventos que marcaban los grandes acontecimientos en todos los órdenes de la vida nacional. Es la razón por la cual, la elección de CAP por vez primera como candidato presidencial del partido, marcó un hito histórico en el acontecer nacional, con repercusiones en el plano regional e internacional. Del seno de la convención surgió la nueva dirección política, entre los cuales destacaron entre otros, por ejemplo, Héctor Alonso López, quien fue elegido como secretario juvenil nacional, consolidando desde esa posición, el inicio de una larga y sólida carrera política que, como la de otros importantes líderes de la organización, contribuyó enormemente al proceso de reconstrucción y recuperación del partido de ese tiempo. 290 delegados frente a 111 que apoyaron a su contendor, el Dr. Reinaldo Leandro Mora, le otorgaron a CAP las banderas de la candidatura para la campaña y elecciones de 1973, pero ésta es otra historia que contaremos después en otro trabajo próximamente dado que, de ese acontecimiento también histórico, se cumplen cincuenta años también este mismo año 2023. De esa manera, pudimos ver cómo a partir de la convención de AD de 1972, se dio inicio a una de las campañas electorales de mayor prolongación en el tiempo. Como punto de partida tuvo agosto de ese año y de culminación, diciembre del año siguiente.
Para AD significó la posibilidad real de recuperar el poder, perdido antes a manos de Rafael Caldera y su partido Copei. Fue, además, el punto de partida de una serie de eventos que se configuraron como hitos de trascendencia en la vida política del país. Aún se sentía sobre la sociedad venezolana, el impacto de la acción política de los grandes partidos y los acontecimientos de la época. Era la Venezuela que adoptó de manera definitiva la Democracia y la vida en Libertad como forma de vida y razón de ser. La gravitación de los partidos y sus líderes en el entorno nacional e internacional, marcaban la pauta del desarrollo de una nueva cultura política acendrada en los valores republicanos y democráticos. Se trataba de una Venezuela integrada sólidamente en la cultura política occidental, cuya base fundamental y a la vez marco para su desarrollo, era el sistema democrático basado en el Estado de Derechos.
Fue también el momento de la consolidación del sistema político y de partidos. Paralelamente con éstos, del entramado institucional que ejercía, desde distintos ángulos, la conducción de la vida nacional. De tal manera que, al recordar tan importante fecha, aunque enmarcada en el espectro estrictamente político partidista, no deja de ser una efemérides donde se involucra la suerte de toda una sociedad que, desde entonces y hasta ahora, no ha dejado de ser protagonista de sus propios acontecimientos. De todos cuantos han significado cambios y rectificaciones de rumbos, así como determinantes para la vida colectiva e individual de los venezolanos. Buen momento, además para, en el plano de las comparaciones, tomar la fecha como punto de reflexión en torno a las nuevas realidades y retos que hoy vivimos los venezolanos. Gracias Fernando por el recordatorio.
@JOHANPEROZO
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