Tantos aspirantes y tan pocas explicaciones

Por: Luis Loaiza Rincón *

 

Venezuela, a pesar de estar durante años en el ojo del huracán, no es un país de grandes debates nacionales. En general, el país ha escogido su rumbo sin mucho criterio. Y no es que los temas fundamentales sean novedosos. Los ejes articuladores de nuestra historia han estado presentes desde el nacimiento de la república, con la excepción que produjo la transformación de Venezuela en un país petrolero y rentista.

 

Ahora nos encontramos de nuevo en una de esas encrucijadas en la que se tendrá que decidir qué destino queremos para Venezuela.

 

De especial importancia tiene, en este sentido, el debate abierto en los tiempos del gobierno de Eleazar López Contreras, cuando uno de sus más esclarecidos ministros, formuló la tesis de "sembrar el petróleo".

 

Alberto Adriani tuvo claro que el auge de un recurso natural producía una sobrevaluación de la moneda local que abarata los productos importados y encarece la oferta exportadora agrícola e industrial, desplazando y atrofiando la actividad agropecuaria y manufacturera a favor de bienes y servicios no transables, con el consecuente empobrecimiento de las zonas rurales. Por eso consideraba que era necesario controlar eficazmente la distribución de la riqueza y para eso debía crearse un Banco Central como ente emisor de la moneda nacional, devaluar el bolívar, favorecer la emigración en masa de europeos que vinieran a desarrollar la agricultura, estimular la agro exportación, el financiamiento del desarrollo agrícola, las garantías de las cosechas, la adopción de nuevas técnicas productivas. Se trataba, en definitiva, de utilizar los ingresos petroleros en el desarrollo de una economía productiva que, sobre la base de una cultura del trabajo, permitiera construir un mejor país.

 

Al final se terminó apostando por la consolidación del Estado como administrador propietario de la riqueza petrolera, lo cual contribuyó a conformar un proceso socio-económico sui géneris, que hoy sólo satisface a sus administradores. Por tanto, es el Estado quien ejerce la propiedad del subsuelo, de los yacimientos, y es quien se apropia de una parte importante de la renta.

 

Mientras este modelo se mantenga, los cambios que anhelamos los venezolanos no se concretarán. Antes de la llegada de Chávez al poder ya los analistas del sistema político venezolano advertían el excesivo centralismo, la desigualdad económica, la clientelización de las relaciones entre el Estado, los ciudadanos y las organizaciones; la partidización de las instituciones y decisiones y mucha corrupción administrativa. Por si fuera poco, era excesiva la dependencia del funcionamiento del Estado y del conjunto de la sociedad de la renta petrolera.

 

El gasto público sigue siendo hasta hoy la fuente de sueldos y salarios (gasto corriente) e inversión productiva, en infraestructura (inversión pública), y en préstamos, subsidios y exoneraciones.

 

De manera que es tiempo de definiciones y es importante que quienes quieran dirigir el país, expliquen qué visión tienen de los próximos sesenta años, qué papel jugará el Estado en la conformación y desarrollo social, seguiremos atados al carro del rentismo o por el contrario se impulsará un capitalismo respetuoso del medio ambiente y de la dignidad de las personas. No es correcto que tantos aspirantes a mandar se sigan escudando en el "cómo vaya viniendo vamos viendo".



*). Politólogo. Profesor ULA. Diputado AN

En Twitter e Instagram: @lloaizar

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