Productores agrícolas entre la delincuencia y el abandono

Productores agrícolas entre la delincuencia y el abandono

Cuando hablamos del campo venezolano, una de las imágenes que nos salta es esa que heredamos del Tío Simón. El campo verde que enamora, lleno de leyendas, de historias, de amores. Ese campo productivo en el que el ganadero se levanta al alba a ordeñar, la imagen de la faena y las comitivas de ganado cruzando el infinito, de garzas, cañaverales y arrozales.

Para muchos ese es el campo, el que se ve desde la ventanilla mientras se viaja arropado por una briza caliente y un sol que quema. Un campo de noches estrelladas y de zancudos, de cantos, arpas, cuatro y maracas.

Pero para el productor, además de ser hermosa, la realidad es muy diferente, la vida es dura y en oportunidades muy violenta. Las historias de productores y agricultores asesinados se han hecho cotidianas.

El vecino indeseado


Tal como lo han denunciado federaciones de productores y el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV), el hampa se mudó de la ciudad y del bullicio a lugares aparentemente solitarios y a veces inhóspitos, pero ricos, o sea para el campo.

En su informe del año 2022, el OVV identificó seis ejes en los que opera la delincuencia, cuatro de ellos están en estados agroproductores.

El primero de estos ejes está en la frontera con Colombia. Abarca Zulia, Táchira, Apure y Amazonas, allí encontramos a la delincuencia organizada, guerrilla, paramilitares.

Entre los estados Táchira, Mérida y Trujillo, a lo largo de la carretera Panamericana, está el segundo eje. En los estados Portuguesa, Guárico, Barinas y Yaracuy, ubicamos el tercero.

Amazonas, Apure, Guárico, Monagas, Bolívar y Delta Amacuro tienen algo en común, son atravesados por el río Orinoco y son otra zona agropecuaria, allí encontramos tráfico de drogas y de metales preciosos.

“La criminalidad en el campo está segmentada por territorios, lo que ocurre en Apure, Táchira y Zulia donde opera la guerrilla colombiana y donde se supone que debe actuar la Fuerza Armada Nacional Bolivariana; es diferente a lo que ocurre en Lara o Yaracuy, con bandas como la de “El Santanita” o la de “Wilmer el Bachiller” que intercalan sus acciones extorsivas entre la ciudad y el campo; o en Guárico, Carabobo y Aragua donde operan megabandas como el Tren del Llano y el Tren de Aragua, o en el Eje del Orinoco con bandas de narcotraficantes y megabandas”.

Socios a la fuerza


Al tener la representación visual de dónde y cómo opera el delito, y observar que las fuerzas policiales y militares prácticamente están replegadas en las grandes ciudades, podemos comprender cómo el productor agropecuario quedó indefenso en manos de la inseguridad.

El abogado criminólogo y profesor universitario Luis Izquiel al respecto señala que de pronto se comienza ver en el interior del país el nacimiento de una relación parasitaria entre delincuentes y productores.

“Representantes del Tren del Llano se acercan a los productores y les dicen que ellos custodiarán la siembra y ellos se llevan un porcentaje de la cosecha, o sea o sea prácticamente intentan asociarse a través de amenazas con el productor agropecuario”.

Quizá esa sea una forma sutil de extorsión, pero también hay otras más violentas que incluyen atracos, atentados, secuestros, ataques con explosivos, asesinatos de trabajadores, robo de ganado, equipos y vehículos y la invasión, cada uno ocurre en una de estas regiones, como en Apure, donde la guerrilla ocupa las haciendas, o en Zulia, donde la extorsión es la reina.

Productores a su suerte


“Uno de los grandes problemas del campo, es que la presencia policial es prácticamente inexistente, mientras más alejado se esté de las ciudades, menos policía se encontrará, lo que facilita el actuar criminal”, señala el presidente de Fedeagro, Celso Fentinel.

“Tenemos regiones en las que la inseguridad es endémica, por ejemplo en el sur de Aragua, Guárico y Carabobo, donde están bandas como el Tren de Aragua y el Tren del Llano, en Lara y Yaracuy, donde delincuentes acechan tanto en ciudades como en el campo; por su parte en el Zulia hay delincuentes como presencia de la guerrilla colombiana; mientras que en Apure el problema es la guerrilla, pero todos tienen en común la escasa presencia policial y militar”, agregó.

Asegura el dirigente gremial, que “mientras las bandas están cada vez mejor armadas, la policía, parece que estuviera peor, no tienen patrullas, apenas tienen balas, mientras que las bandas cuentan con pipotes de balas, así no se puede hacer mucho y por eso cada vez se escuchan menos denuncias, porque el productor sabe a qué atenerse”.

Por su parte, el productor Armando Chacín, expresidente de Fedenaga, agregó que hay zonas que el estado venezolano ha abandonado, no se sabe con qué intención. Son enormes extensiones sin custodia de las FANB, lo que obliga a los productores a convivir con lo que hay allí, sea delincuencia o guerrilla, con todo lo que eso implica.

“El productor lo único que tiene es la tierra y tratará de mantenerse allí con uñas y dientes produciendo alimentos, viendo todo lo que pasa a su alrededor sin poder denunciar nada, porque no esas denuncias por lo general no llegarán a ningún lado”.

Sin voluntad no hay solución


“Para solucionar esta situación lo primero que debe haber es voluntad política, que parece que no la hay”, asegura Fentinel.

“Uno espera que el gobierno se vea en el espejo de lo que hizo Bukele en El Salvador. Allí montaron una política seria contra la delincuencia, construyeron una cárcel de máxima seguridad, donde los antisociales van a ir a trabajar, no a hacer fiestas, ni a tener computadoras, celulares, ni tiempo libre. Van a trabajar todos los años para pagar su condena, para pagar sus crímenes trabajando”.

“Si la delincuencia ve acciones serias, le van a creer al Gobierno y la situación comenzará a mejorar, pero mientras se mantenga este bochinche, donde realmente nadie está preso, simplemente la gente seguirá cometiendo delitos porque la impunidad se mantiene, entran a la cárcel y salen millonarios”.

Por su parte, Chacín reflexiona: “Cada vez hay menos tierras productivas, menos productores que se arriesgan ante la inseguridad. Tenemos potencial. Somos un país con más de 30 millones de hectáreas para producir, pero apenas cinco o seis millones están plenamente productivas, es necesario revertir eso, darle seguridad al productor para hacer lo que sabemos hacer que no es otra cosa que producir.

Con información de El Universal

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