Las startups venezolanas crecen, pero siguen sin atraer inversionistas ángeles


Caracas.-
Las startups venezolanas atraviesan un proceso de crecimiento desde la pandemia de la covid-19, cuando la digitalización pasó de ser una tendencia a una necesidad. Aunque el mercado de capitales y nuevos instrumentos bursátiles han aportado cierto impulso, el avance sigue siendo parcial. El país aún carece de «inversionistas ángeles» y fondos de capital de riesgo que permitan escalar los proyectos, advierte Yoel González, profesor de la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab).

Durante la crisis sanitaria, surgieron emprendimientos enfocados en delivery, movilidad y servicios bajo demanda, que ofrecieron soluciones inmediatas a problemas cotidianos. «La pandemia obligó a tomarse en serio los procesos de transformación digital», explicó González.

Según el Monitor Global de Emprendimiento Venezuela 2022-2023 (GEM), en el país hay alrededor de 4,7 millones de personas vinculadas al emprendimiento. La tasa de actividad aumentó de 18,6 a 27,6 por cada 100 habitantes, y un 65% asegura no temer al fracaso al iniciar un negocio. Además, 74% de los emprendedores cuenta con educación secundaria o universitaria, una proporción que supera el promedio global.

Crecimiento con bases frágiles


No obstante, el informe también evidencia debilidades estructurales: el 97% de los emprendimientos opera con bajo o nulo nivel tecnológico y enfrenta altas tasas de cierre por falta de financiamiento. A ello se suma que el 90% de los emprendedores inicia su negocio por necesidad y no por oportunidad, lo que limita las posibilidades de desarrollo sostenido.

El auge del ecosistema ha motivado la creación de instrumentos inéditos en el país, como fondos vinculados a la bolsa y títulos denominados Valorem, promovidos por la Superintendencia Nacional de Valores (Sunaval), con el objetivo de canalizar recursos a través del mercado de capitales.

Falta de capital temprano y cultura de riesgo


Aunque el dinero comienza a circular, el ecosistema carece del motor que impulsa la expansión: el capital temprano con visión estratégica. «No hay cultura de inversión ángel ni fondos de capital de riesgo suficientes para acompañar a las startups en sus primeras etapas», señaló González, quien imparte las cátedras de Evaluación de Proyectos, Emprendimiento e Innovación, Capital Riesgo y Microeconomía en la Ucab.

El especialista define al inversionista ángel como una persona con alto patrimonio y disposición a apoyar emprendimientos, no solo con recursos financieros, sino también con lo que denomina “capital inteligente”: experiencia, asesoría y acompañamiento directo en el desarrollo del negocio.

Este tipo de inversión resulta esencial en las fases iniciales —presemilla y semilla—, cuando los proyectos aún no tienen acceso a financiamiento institucional.

Organizaciones como Venecapital han intentado ordenar el ecosistema y conectar al capital privado con los emprendedores, aunque los avances siguen siendo limitados.

Casos que marcan tendencia


A pesar de las dificultades, algunas startups venezolanas han logrado destacar. Cashea se ha convertido en un referente de levantamiento de capital, mientras el sector fintech mantiene un ritmo de crecimiento constante. Yummy y Ridery también figuran entre los proyectos con mayor proyección dentro y fuera del país.

Para González, estos casos exitosos comparten una característica: “entendieron al usuario y supieron resolver un problema concreto antes de aferrarse a una solución”.

Recientemente, se sumaron al ecosistema nacional propuestas como Yango, con respaldo internacional, y MotoGo, una plataforma de movilidad que ofrece motocicletas bajo un modelo de suscripción, junto con servicios integrados de mantenimiento, asistencia vial, seguros y telemática avanzada.

El riesgo país frena la inversión


El despegue de las startups enfrenta un obstáculo estructural: el elevado riesgo país. La falta de fondos de capital de riesgo y de una red de inversionistas ángeles obliga a muchos emprendimientos a buscar financiamiento fuera de Venezuela.

Sin embargo, atraer capital extranjero no es sencillo. El país mantiene uno de los niveles de riesgo más altos del continente. Según datos de Bloomberg Línea (septiembre de 2025), el Indicador de Bonos de Mercados Emergentes (Embi) de Venezuela se ubica en 16.190 puntos, muy por encima de naciones como Bolivia (1.394), Argentina (1.222) o Ecuador (777). En contraste, economías como Uruguay (70) y Chile (96) ofrecen un entorno mucho más favorable para la inversión.

El resultado es una paradoja: existen ideas, talento y mercado, pero no capital dispuesto a asumir riesgos. «El inversionista quiere ver cómo vas a escalar fuera del país para proteger su apuesta», explicó González. Por esa razón, muchos fundadores diseñan sus productos con enfoque regional desde el inicio o buscan levantar capital en jurisdicciones más seguras.

Venezuela, rezagada frente a la región


El entorno institucional también representa un desafío. Aunque existe una ley de promoción del emprendimiento, los procesos para constituir empresas son lentos. Los altos capitales mínimos exigidos por los registros, la carga tributaria temprana, la migración de talento y la baja conectividad tecnológica dificultan el desarrollo, especialmente en el sector digital.

González subraya que Venezuela se encuentra rezagada frente a países como Chile, México, Argentina o Brasil. En Colombia, por ejemplo, un marco legal moderno ha permitido el surgimiento de empresas exitosas como Rappi, gracias a la existencia de fondos de capital de riesgo y mecanismos flexibles de inversión.

En cambio, en Venezuela continúa vigente un decreto de 2001 que desincentiva la creación de fondos y sociedades de inversión.

Las startups tecnológicas, conocidas como “gacelas”, cuentan con una ventaja aún desaprovechada: la posibilidad de crecer con bajos costos fijos mediante plataformas digitales. «Un portal creado en Venezuela puede operar fuera sin necesidad de infraestructura física», puntualizó González.

Para que el país pueda capitalizar ese potencial, el especialista considera indispensable crear reglas claras, fomentar la cultura de riesgo y consolidar un ecosistema que acompañe el talento emprendedor.

Por ahora, las startups venezolanas ya están en vuelo. Lo que aún falta son los ángeles que las ayuden a elevarse más alto.

Con información de Finanzas Digital.

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