La ciudad y su arrogante desinterés por el campo


Por: Alfredo Hernández Carruyo

Al observar los asentamientos humanos, se hace evidente que los mismos se dividen en urbanos y rurales. En los urbanos se encuentran concentrados los poderes políticos, económicos, militares, policiales, eclesiásticos, mediáticos, educativos y hasta deportivos.  Mientras que en los rurales con gran esfuerzo se puede llegar a percibir pequeñas organizaciones campesinas y asociaciones de ganaderos con muy poco poder de decisión e influencia a nivel central. 

En la esfera urbana se encuentran las principales entidades bancarias, hospitales, teatros, aeropuertos, universidades, palacios episcopales, palacios de gobierno, congresos, colegios profesionales y demás organizaciones que son determinantes y protagonistas en la formulación de políticas públicas y la creación de leyes, que en gran medida, están pensadas para la mayoría social. Sí, esa mayoría social que está asentada en los grandes núcleos urbanos y que en muchas ocasiones les cuesta pensar más allá de sus paisajes artificiales y muros de concreto. 

Mientras tanto, en la esfera rural se observan plantaciones perennes y temporales, ganaderías grandes y pequeñas, unidades de producción que, con mucho esfuerzo y dedicación, son trabajadas diariamente con el objetivo de lograr las mejores cosechas y producción láctea posibles en términos de calidad y cantidad, y para todos esos productos agrícolas su destino natural son los grandes mercados de las áreas urbanas. Al mismo tiempo, esos mismos espacios rurales tienen que luchar con problemas de asfaltado, alumbrado públicos, fallas en servicio eléctrico, telefonía e Internet, siendo todos ellos servicios manejados por los centros de poder ubicados en las metrópolis urbanas, sectores que, no entendiendo los beneficios económicos y bienestar social que generaría proveer servicios eficientes en las áreas rurales, se niegan a suministrarlos por el poco impacto electoral que generaría. 

Es por ello que resulta paradójico que esa ciudad que se beneficia, subsiste y existe gracias a la comida producida por los campesinos en las tierras rurales, no suministre ayudas y gestione soluciones eficaces a las grandes problemáticas que los habitantes rurales deben enfrentar diariamente, dejando en evidencia que en la percepción y mirada de los citadinos el campo solo representa un sector proveedor de alimentos que no merece disfrutar de los beneficios y comodidades pensadas y creadas para la gran ciudad. 

Así mismo, mientras el campo produce alimentos y asegura el abastecimiento de los anaqueles de las grandes cadenas de supermercados ubicadas en las ciudades y grandes metrópolis, el campo recibe de las ciudades restricciones, limitaciones y controles que dificultan cada vez más la existencia misma de la actividad agrícola. Todos los años crece la lista de prohibiciones de productos agrícolas, el uso de fertilizantes, insecticidas, fungicidas y herbicidas por ser dañinos para el medio ambiente y atentar contra la salud pública, pero no se presentan y promueven alternativas biológicas y/u orgánicas, que faciliten la puesta en marcha de una agricultura sostenible y regenerativa, con esto, crecen las dificultades para gestionar cultivos saludables y productivos. 

Es este sentido, si la ciudad no logra tomar conciencia de la importancia del sector rural y su valor para el funcionamiento del total de la sociedad, entendiendo sus aportaciones y la trascendencia de sus actividades, deberá enfrentar una fuerte realidad que podría conducirla hacia el desabastecimiento y el encarecimiento de la canasta básica alimentaria, complicando de manera significativa el crecimiento poblacional o por lo menos el libre desenvolvimiento de las actividades diarias citadinas.

Es así como, el llamado es al despertar ciudadano, a tomar conciencia de la importancia de generar políticas y leyes en materia agrícola que permitan mejorar la vida en los sectores rurales y campesinos, incrementar las aportaciones gubernamentales en el sector, brindar alternativas que sirvan de sustitución para los productos que sean prohibidos y sobre todo dotar a las áreas rurales de educación, salud, seguridad, movilidad y acceso a Internet, permitiéndoles integrarse y ser parte del engranaje social y comercial a nivel global.

Imagen cortesía de Fundarqmx

 

                                                                   

* Politólogo. Maestrante en gerencia de empresas agrícolas.  Agricultor. Experto en Política agraria.

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