La más reciente crisis interna del partido Primero Justicia (PJ) quedó develada este 20 de septiembre de 2024 con la carta de renuncia de Henrique Capriles a la Junta Directiva Nacional.
Sus detractores, que la han calificado de "inmadura", quizás no sopesen que las diferencias y fracturas internas en PJ son de vieja data y que ellas han dado lugar, incluso, a un proceso de judicialización que puso en la conducción partidista a una Junta Directiva "ad hoc" presidida por viejos miembros de la organización.
Capriles se enfrenta a la médula del problema. No son fiebres pasajeras, sino más bien "viejos problemas sin resolver" como la pérdida de visión política, la falta de unidad interna y conducción colegiada, las diferencias irreconciliables y la falta de transparencia y rendición de cuentas de los administradores.
Los males de PJ son los mismos que afectan a otros partidos de la oposición, cuyo proceso de descomposición organizacional mantiene desconcertado a un pueblo que no encuentra dirección, ni referentes, en esas instituciones, brutalmente envejecidas por la convulsa dinámica de la política venezolana.
Lo cierto es que esas dinámicas perversas que se dan al interior de los partidos opositores le hacen sentir a su militancia el extravío de sus dirigentes y la desconexión con el sentimiento de las mayorías, tal como lo ha dicho Capriles.
En el caso de PJ, su ex candidato presidencial resalta cómo la Junta de Dirección Nacional "no tiene un plan claro ni una propuesta política sólida que le abra caminos democráticos al país en tiempos de tanta turbulencia e incertidumbre".
Ante esta dinámica, resulta inconcebible, para cualquiera, que una organización política tan importante que ha obtenido millones de votos para sus candidatos, hoy se encuentre sumergida en la inercia que sólo beneficia a unos pocos.
Recordemos que PJ es un partido que durante los últimos veinte años, tras muchos debates internos, siempre se inclinó por la participación electoral y la promoción de su programa y de sus líderes en todo el país.
Tal como lo postula la Ciencia Política, cuando afirma que "decir organización es decir oligarquía", PJ no pudo evitar con sus mecanismos institucionales que "un pequeño cogollo" siempre quiera imponer sus intereses. Peor aún, el partido se encuentra atado a la voluntad de un "caudillo", que, junto a su grupo, "se cree amo y señor de una organización que le pertenece a la militancia y a la vida política del país", tal como lo denuncia Capriles.
El caudillo no es otro que Julio Borges, el mismo que desde la fundación de la Asociación Civil Primero Justicia en 1992, convirtió al partido en un espacio de control personal, marcando la ruta y generando rupturas con quienes no han aceptado sus decisiones.
Capriles, que tampoco se encuentra libre de reproches, por su estilo dubitativo e inseguro, califica de "bajezas" las maniobras de Julio Borges contra algunos militantes de PJ y de la oposición democrática venezolana, a quienes se les desprestigia y descalifica por medio del pago de redes y portales digitales, según su propia conveniencia.
Los demócratas venezolanos deben atender con gran interés lo que pasa en PJ, no porque no haya temas de mayor relevancia, sino porque su descomposición sirve de espejo para entender lo que está ocurriendo en otros importantes partidos opositores que están desintegrándose bajo el control de caudillos aferrados a sus puestos sin que les importe el destino de Venezuela.
Imagen: Cortesía de Caracas Chronicles
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