Las dos caras del toreo

Las dos caras del toreo

Desde que el toreo existe ha tenido dos caras visibles, el éxito y el fracaso, el triunfo y el olvido, la gloria y el dolor, cualquiera de estas palabras define a la fiesta, donde los toreros son auténticos héroes, los triunfadores y aquellos que se quedan en el camino, que son la mayoría tristemente. 

La temporada de reapertura en la Plaza México nos ha puesto en bandeja ambas caras, por un lado el dolor de la cornada y por el otro la alegría del triunfo. 

Héctor Gutiérrez toreaba con profundidad, asentado y con mucho mando con la mano derecha al toro “Heroico” número 396,negro con 510 kilos de Villa Carmela, cuando el astado soltó la cara ( como se suele decir ahora cuando el toro se desentiende del engaño) y le asestó una fuerte cornada en el muslo derecho. Le tocó la cruz. 

Una semana después Diego San Román salió a jugarse literalmente la vida con los toros “Habano” y “Cenizo” de Pozohondo. Con ambos, San Román se puso en el sitio donde queman los pies, ese donde el triunfo o la cornada se dan la mano en un silencioso pacto que solo conocen toro y torero. 

La cara de la moneda la ganó el diestro con sendas orejas y la salida a hombros por la puerta del encierro de la plaza más grande del mundo. Los dos jóvenes mexicanos demostraron un gran valor, uno bebió el cáliz de la cornada, el otro vivió la alegría del éxito. 

Lo importante es el toque de atención de los noveles diestros legitimado por lograrlo con el toro serio, bien presentado, con la presencia que debe tener quien marca las diferencias en esta hermosa fiesta. Es el auténtico toro y solo el toro el que da rango al toreo, el que legitima lo que el torero hace. 

La integridad de la fiesta en pocas palabras. No se puede olvidar a José Alberto Ortega herido de forma tremenda en Tlaxcala, cornada de “espejo” de la que aún le queda largo trecho para recuperar y que recordó los percances de Manuel Díaz “El Cordobés” en Cali, Julio Aparicio en Madrid, Juan José Padilla en Zaragoza y Juan Luis Silis en Pachuca. 

Así es el toreo, una fiesta que tiene una verdad grande en la cual el triunfo y la cornada, sus dos caras, sus  dos circunstancias   caminan de la mano, todo ello bajo la sentencia de quien da y quita, el toro.

Crónica de Víctor Eduardo Ramírez Molina

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