La deriva autoritaria en América Latina


Por: José Miguel Lara * 


La deriva autoritaria gana peso dentro de las sociedades latinoamericanas, pero muy especialmente entre sus líderes sociales y gobernantes. ¿A qué se debe esta pérdida de empuje de los principios democráticos?

 

Treinta y cinco años después de la caída del muro de Berlín, la disputa global continúa siendo entre los defensores y los enemigos de las sociedades abiertas, entre quienes promulgan la democracia y quienes promulgan la obediencia a las autocracias. El conflicto de fondo es entre quienes conciben los valores de la ciudadanía, la civilidad y los DDHH como una institución que dota a las sociedades de las herramientas necesarias para vivir en libertad, y los que piensan que solo sus compañeros de dogma pueden ser beneficiarios de los derechos que ofrece el Estado-Nación.

 

El verdadero clivaje latinoamericano, que no es entre izquierdas y derechas, sino entre democracia y autocracia, sigue moviendo el piso de nuestras sociedades. La democracia es un tipo de régimen que abriga a una sociedad dotada de un poder distribuido entre instituciones, abierto a la competencia de sectores sociales y agendas políticas y todo eso sigue generando grandes resistencias.

 

Por el contrario, la autocracia fragua una sociedad donde el poder está concentrado en una persona o élite que monopoliza la diatriba pública e impone la agenda a los subalternos.

 

En América Latina pese a que hoy lo norma es la vigencia formal de un orden democrático y del Estado de Derecho, la región es un caleidoscopio de matices, particularidades políticas y capacidades estatales que rehúyen toda formalidad institucional.

 

Quizás debido a que estas democracias no se estructuraron a partir de estados de bienestar robustos e inclusivos, con mercados eficientes para asignar recursos. El resultado ha sido el surgimiento y consolidación de profundas desigualdades en los ámbitos sociales, económicos y políticos.

 

En este marco, las democracias han pactado con diversos poderes corporativos, como los militares, los emporios comunicacionales y empresarios poco productivos que extorsionan al poder político para sobrevivir y cuyos valores e influencias erosionan los principios y el funcionamiento democrático.

 

Unos en mayor medida que otros, Maduro en Venezuela, Bukele en El Salvador, Boluarte en Perú, López Obrador en México y Milei en Argentina, para solo nombrar los más estridentes, encarnan un modelo atractivo por su altanero ejercicio del poder. Es como si una indetenible pandemia de valores autocráticos resistiera los anticuerpos que la sociedad abierta y democrática ha desarrollado desde hace mucho.

 

De manera que, ante la creciente amenaza de la deriva autoritaria en nuestras sociedades y los sesgos despóticos del liderazgo político latinoamericano, es importante que la ciudadanía asuma la vanguardia en la defensa de los valores democráticos, lo cual implica un especial compromiso con el respeto a la ley, la tolerancia ante las opiniones divergentes, la libertad para expresar con tranquilidad esa pluralidad y la seguridad para emprender económicamente con garantías, logrando así la consolidación de una sociedad que pueda realmente crecer en un contexto de paz y prosperidad.



*). José Miguel Lara es Politólogo. Analista de Comunicación Digital y Director de Compás Informativo. 

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