Llamarse liberal para no serlo

Por: Luis Loaiza Rincón *


Después de más de dos décadas de uso y abuso de los términos "socialismo" y "revolución", resulta casi normal que se produzca un "efecto rebote" a partir del cual muchos se ubiquen en la acera de enfrente. Gracias a este efecto pendular, detrás del que pudieran existir sólidas razones, reaparece la voluntad de considerarse liberal, liberal conservador o de derecha.

Esta ubicación político-ideológica que se aprecia, sobre todo, en las redes sociales y entre los más jóvenes, pudiera dar cuenta de nuestra realidad y de nuestras aspiraciones como sociedad. En general, los venezolanos queremos mejores salarios, baja inflación, servicios públicos de calidad, oferta de bienes, prosperidad general, seguridad pública, estado de derecho y un conjunto de otros asuntos que sería imposible obtener sin propiedad privada, libertad individual y democracia.

De manera que no se puede ser liberal y defender verdades absolutas, no se puede ser liberal negando a otros el derecho y legitimidad de su propia libertad y no se puede ser liberal esperando que una ayuda estatal te llegue para vivir.

El liberalismo es el producto de la creciente secularización de la vida y de la política junto al progreso de las ciencias físicas y matemáticas que permitieron concebir los fenómenos sociales en general, y las relaciones políticas en particular, como hechos naturales, abiertos al estudio por medio de la observación, el análisis lógico y la deducción, procedimientos en los cuales no desempeña ningún papel importante la revelación.

Para los liberales siempre será esencial la resistencia ante la autoridad arbitraria y la libre expresión de la personalidad individual. También es clave la distinción entre la esfera del Estado, que es la de la autoridad política, y la esfera de la sociedad civil.

Los liberales consideran que la política es un dominio amenazante que debe ser cuidadosamente controlado, por eso su énfasis en el sentido de los límites, el temor a la opresión y la creencia en que la dimensión socio-económica de la actividad humana puede, por sí misma, generar un "orden", en el cual el espacio de la política es mínimo.

Los liberales también aprecian la fecundidad del antagonismo. Destacan que el contraste entre individuos y grupos en competencia resulta benéfico y que de la contraposición en el debate de las ideas puede surgir la verdad; en la competencia económica, el mayor bienestar social y en la lucha política democrática, la selección de los mejores gobernantes.

Sobre la fecundidad del antagonismo, Norberto Bobbio dirá que de ella surge la libertad individual, "entendida como la emancipación de los vínculos que la tradición, la costumbre, las autoridades sacras y profanas han impuesto a los individuos". Por tanto, la expresión libre de la "variedad" de los caracteres individuales y la disputa, es lo que permite el perfeccionamiento recíproco.

Los que se fanatizan y atacan a otros sin respetar la diversidad de las ideas y de las personas, no son liberales, son fascistas. Pero esa etiqueta jamás la pondrán en sus redes.



*). Politólogo. Profesor ULA. Diputado AN
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