El 2023: ¿Un año de progreso?

 

Por: Luis Loaiza Rincón *


Cuando ya faltan días para terminar el año, resulta inevitable pensar en el que viene. Es complicado saber lo que pasará, pero es muy sencillo saber que los actuales problemas del país se agravarán, si no se enfrentan con determinación.

 

Cuánto nos gustaría que se resolviera la crónica escasez de gasolina de un país que todavía tiene mucho petróleo, pero que ya dejó de ser petrolero. Que en todos los hogares llegue agua potable en sus cañerías y nunca se vaya la luz. Que las familias puedan consolidarse y construir horizontes de bienestar gracias a trabajos bien remunerados que eviten el éxodo. Que todos los venezolanos estén amparados por un sistema de salud y de educación pública de calidad. Que el libre tránsito por el país no se convierta en un riesgo mortal o una trampa dominada por la corrupción. Que la política no sea el reino del odio y que, en medio de las diferencias, se pueda avanzar en la construcción de un mejor país.

 

Si bien, todo es posible, lo concreto es que nunca se alcanzarán las metas si no se trabaja en ellas. No se necesita ser sabio para entender lo que el país pide a gritos, los retos que debemos enfrentar como sociedad y las acciones que deben emprenderse cuanto antes para resolver los problemas.

 

Venezuela sigue siendo un país con gran potencial para salir adelante. Esta sigue siendo una tierra de oportunidades, pero definitivamente los problemas no se resolverán por inercia o por decreto. Hay que trabajar muy intensamente en eso, armados con programas, planes, escenarios, técnica y gerencia.

 

Sustituir la acción de gobierno por la fiesta irresponsable, o por la improvisación, nos aleja de las soluciones y complica la situación de millones que sufren todos los días por carecer hasta de lo mínimo. Existen prioridades y es imposible resolver todos los problemas de un tiro, pero se tiene que asumir la difícil tarea de gobernar, con planes, indicadores de resultados, hechos concretos. El pueblo no quiere excusas, espera soluciones.

 

Pensar en el futuro tendría que servir para fortalecer nuestras esperanzas, no el desconcierto y la incertidumbre. El futuro no está determinado, podemos construirlo. No estamos condenados al fracaso. Los cambios deseados están en nuestras manos y podemos provocarlos con las acciones correctas.

 

Ojalá que el próximo año se consoliden los tenues signos de recuperación que registran algunos estudios de campo, que se adopten las medidas correctas y que se rectifique lo que sea necesario. Y Dios quiera, también, que los venezolanos nos reencontremos y volvamos a ser un pueblo con un destino común. Les deseo mucha vida y salud en el 2023.



*). Politólogo. Profesor ULA. Diputado AN

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