Democracia y Liderazgo Político


 

Por: Luis Loaiza Rincón *



La democracia para que sirva a los ciudadanos debe ser gobernable y el nivel de gobernabilidad puede establecerse a partir del grado de legitimidad, representatividad, responsabilidad ante el público y eficacia que tenga el gobierno.

 

Una democracia gobernable es aquella que cuenta con reglas para la resolución de conflictos que eviten la violencia; reglas que, a partir del respeto del principio de la mayoría, limitado por los derechos de las minorías, permitan procesar los conflictos internos a través de elecciones.

 

La gobernabilidad democrática depende mucho de la calidad del liderazgo y es recurrente que la historia particular de una sociedad termine modelada por el número y capacidad de las personas que deciden ponerse al frente del proceso de cambio. Sin un buen liderazgo, el cambio no se produce o resulta inadecuado.

 

El cambio de actitudes y el progreso social pueden darse mejor, y más rápidamente, cuando se dispone de un buen liderazgo. En las sociedades con alto nivel de capital social, el liderazgo tiende a ser plural, participativo y orientado al futuro; mientras que en las sociedades con bajo nivel de capital social, los liderazgos son concentrados y de muy cortos horizontes.

 

Todos los liderazgos democráticos requieren legitimidad, porque esta permite que funcione una efectiva comunicación entre los líderes y sus audiencias, aunque tal comunicación, no depende tanto de las habilidades para comunicar, sino de la credibilidad que es, en definitiva, la percepción que genera la consistencia y coherencia entre el discurso, las acciones y los resultados.

 

La democracia es también una arena para el reconocimiento y tratamiento civilizado del conflicto. Los líderes democráticos contemporáneos no rehúyen, sino que utilizan el conflicto como estímulo del proceso de avance y aprendizaje social. Para ello desarrollan la capacidad de convertir demandas, valores y motivaciones conflictivas en cursos de acción coherentes, que competirán en la arena política con otros cursos de acción alternativos. El juego es dialéctico y todos tienen derecho de jugar. Un juego con excluidos, tarde o temprano, genera más problemas que beneficios.




*). Politólogo, Profesor ULA, Diputado A.N.

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